Domingo 18/12/2011 por I.Caamaño
Acoso en Twitter: justificado por la libertad de expresión. Esto es, al menos, lo que ha considerado un juzgado estadounidense, según informa The New York Times. Al parecer, el demandado había utilizado la red social de microblogging para proferir determinados comentarios y amenazas en contra de una líder budista. En contra de lo que pudiéramos pensar al respecto, el juez que llevaba el caso ha concluido que, de acuerdo con la Constitución estadounidense , el demandado está protegido por la ley y que tiene derecho a realizar declaraciones “incómodas” en plataformas al estilo de Twitter.
Hace unas semanas supimos que la Policía Nacional había tomado medidas en nuestro país a raíz de las amenazas que se habían vertido en Twitter contra un periodista. Poco después, el Twitter de la Policía nos recordaba que la plataforma no es una tierra sin ley y que por tanto protegerán también a la ciudadanía de los abusos que se intenten cometer en ella.
Pero la situación no parece muy similar en EEUU, quizá por el hecho de que las redes sociales son aún una laguna jurídica en muchos aspectos. Estamos hablando del fallo de un juez estadounidense en un caso de acoso cometido en Twitter.
Al parecer, y según informa The New York Times, el demandado utilizó la red social para publicar determinados contenidos y amenazas contra una líder budista, hablando incluso de su muerte. Evidentemente, desde la defensa se argumentó que estos comentarios constituían un ataque directo y habían provocado el sufrimiento de la víctima.
Sin embargo, el fallo del juez dio la razón al demandado, al considerar que sus publicaciones estaban protegidas por el derecho a la libertad de expresón. Para explicar esta decisión, recordaba que Twitter ofrece la posibilidad de decidir a quién se sigue y qué contenidos se reciben.
Sobra decir que ésta es una decisión polémica, que reabre un debate sobre el que aún falta mucho por aclarar y que, y esto es lo más preocupante, podría sentar un precedente muy peligroso. ¿Qué pensáis vosotros?
Fuente | The New York Times